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Marcos desenmascara la explotación detrás de la etiqueta

12-02-2006

Marcos

Cuando compramos un pantalón, no vemos lo que pasó. En el pantalón no está escrita la historia de explotación que nos contaron las compañeras y compañeros. No están las jornadas laborales de más de 12 horas. No está la humillación que reciben de los jefes de línea o de los gerentes, o de los capataces. La explotación de la que son víctimas después de esas jornadas laborales, tras las que sólo reciben una pequeña cantidad de dinero.

Ahí está la trampa del sistema. Aparecen los productos y no aparece quién los produjo y quién sufrió para hacerlo, y, sobre todo, eso que pagamos por ese pantalón, para quién va. No para quien produjo esa mercancía, no para la compañera, el compañero que cosió ese pantalón, que lo pintó y le puso la etiqueta. Es para el dueño de la empresa. Y a lo mejor resulta que es uno de esos grandes políticos o el pariente de uno de los grandes políticos que en el valle de Tehuacán tienen el apellido Gil. Y a lo mejor si le rascamos a esos nombres descubrimos que detrás de ellos hay grandes empresas de otros países.

En ese pantalón está escrita una historia que taparon a la hora que lo pintaron para que fuera azul y con los residuos de esa pintura fueron y contaminaron el agua del valle de Tehuacán y a la hora de contaminar el agua afectan a los pueblos indios y a las comunidades que dependían de esos manantiales. Y a la hora de perder el agua y perder la tierra tuvieron que emigrar a Estados Unidos y estar buscando trabajo allá. Y van caminando por una de las grandes ciudades de Estados Unidos y ven en el aparador ese pantalón que está ahí con una marca norteamericana y precio en dólares; ellos saben que fue producida aquí por sus familiares.

Imagínense que cada mercancía que compramos llevara la historia de explotación, sufrimiento y humillación del trabajador. Entonces, cada mercancía se convertiría en un agitador que estaría diciendo que este país no vive en la justicia.

Tenemos que arañar la historia, porque no tenemos otra cosa para poner nuestro nombre en ella más que nuestras propias manos, la dignidad, la fuerza y el coraje de nuestro corazón. En ese pantalón de mezclilla va a venir la historia no sólo de la explotación, sino la de la rebelión que empezó en febrero de 2006 en Altepexi, y junto con todo lo que se levantó en el resto del país, iluminó México y dio la lección de amor más hermosa que han tenido estos suelos: la de quien lucha junto con otros porque todos tengan justicia, democracia y libertad.

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