Primary links

BIENVENIDAS Y BIENVENIDOS AL ARCHIVO(1994-2014) de la Red de Solidaridad de la Maquila. Para información actual sobre nuestro trabajo sobre salario digno, derechos laborales de las mujeres, libertad de asociación, responsabilidad social empresaria y salud y seguridad en Bangladesh visiten nuestro sitio web, lanzado en octubre de 2015 www.maquilasolidarity.org/es

El día que los trabajadores explotados de China se amotinaron y saquearon la planta

09-02-2008

Simon Parry
Daily Mail (Gran Bretaña)
Traducción RSM

Sufrieron por años en condiciones desastrosas, haciendo calzado barato para los consumidores occidentales. Y en un momento, los trabajadores de la fábrica Dingfu se levantaron en un motín sin precedentes y saquearon la planta. Fue finalmente la explosión del milagro económico chino.

El único guardia de seguridad sólo pudo hacerse un lado mientras una enfurecida multitud de 400 personas avanzó derribando las barricadas de acero afuera de la fábrica en el sur de China y forzando su entrada en la planta.

Gritando algunos, derramando lágrimas de frustración, se desperdigaron en complejo de cemento vacío, lanzando patadas a las 4x4 abandonadas de sus patrones. Luego se apoderaron de los talleres, oficinas y dormitorios buscando algún tipo de retribución.

Treinta minutos después, sosegada su furia, se fueron atravesando las barricadas caídas, dejando por última vez el lugar donde muchos había pasado años de sus vidas de trabajo, llevándose lo único que pudieron encontrar: zapatos.

"¿Qué podía hacer? Yo era sólo un viejo contra una turba," recuerda el guardia de seguridad de 66 años, Can Don Yi. "Por supuesto que no traté de pararlos. De cualquier manera, tenían derecho a su furia. Siento lástima por ellos."

Dos días antes, los trabajadores estaban trabajando en las líneas de producción de la fábrica Dingfu, en la ciudad de Houjie, fabricando calzado de marca para tiendas de moda británicas como Zara, Nine West y Sam & Libby, cuando funcionarios del gobierno local entraron y anunciaron que la empresa estaba en bancarrota.

Sin un centavo y alejados de sus hogares y familias, los trabajadores migrantes - a los que le debían un promedio de cuatro meses de salarios - se encontraron con las puertas de la fábrica cerradas y notificaciones judiciales desplegadas diciendo que los propietarios taiwaneses tenían deudas por cientos de miles de libras esterlinas.

Al principio esperaron pacientemente a las puertas de la fábrica. Luego, cuando quedó claro que no tenían más empleo y que nadie les ayudaría a que les pagaran los salarios adeudados, actuaron por su cuenta.

Minutos antes de derribar las puertas de la fábrica estaba claro que no quedaba nada de valor en la planta Dingfu. El propietario se había ido de China el día en que la fábrica fue obligada a cerrar, dejando su camioneta 4x4 en el estacionamiento de la fábrica. En el asiento delantero había una lista de personal, recibos de comida y una revista de negocios.

El cierre de la fábrica es un escenario que se ha repetido a lo largo del sur de China, donde más de 1,000 fábricas de calzado, alrededor de un quinto del total, han cerrado en el último año. La mitad cerró en los últimos tres meses, y la mayoría de éstas estaban en Houjie, una jungla de cemento conocida como la "Capital del Calzado" de China. De pronto, el asombroso crecimiento del país, que en una década y media se basó en su capacidad de proveer al mundo de mano de obra barata, está siendo amenazado y los expertos cuestionan si China se convertirá en el superpoder del Siglo XXI que todos predijeron.

"Si se observa debajo de la superficie se ve a una China débil; una que está en un declive a largo plazo e incluso al filo del colapso," dice Gordon Chang, analista económico y autor de El Colapso Venidero de China. "Los síntomas de decadencia se ven en todos lados." La razón principal del declive es la simple negativa de los trabajadores migrantes de China a seguir aguantando más las notorias condiciones de explotación.

Jenny Chan es coordinadora jefe del grupo de presión Estudiantes y Académicos contra la Malaconducta Empresarial, que investiga las condiciones de las fábricas en el sur de China. Dice: "En el pasado, los trabajadores aguantaban todos los insultos y humillaciones que sufrían. Ahora resisten y tienen formas innovadoras de luchar."

"Juntan dinero y firmas. Usan los pisos y dormitorios de las fábricas para reunir las fuerzas colectivas que los pongan en mejores posiciones para negociar con los dueños y gerentes de las fábricas."

"Tienen también más movilidad. Tienen una red de contactos y tienden a saltar de un empleo a otro. Quizás no tengan altos niveles de educación pero tienen más conocimiento. Tienen nuevos horizontes y muchas más posibilidades en la vida que las que tuvieron sus padres."

Añade: "Pueden usar sus celulares para recibir noticias y enviar mensajes. También son importantes los cyber cafés . Intercambian noticias sobre cuáles ciudades o cuáles fábricas están reclutando personal y qué ofrecen, y esas noticias se propagan con rapidez." Como resultado, dice la Sra. Chan, las fábricas tienen tasas de rotación enormes.

"Una fábrica de electrónica que visité tenía 36,000 trabajadores y estaba experimentando una rotación mensual del 6 por ciento. Eso significa que alrededor de 2,000 trabajadores se iban cada mes." El contraste con los débiles y sumisos trabajadores migrantes de los 90's no puede ser más pronunciado.

En Houjie, escenario de la rebelión en noviembre pasado, algunas fábricas han triplicado el salario de los trabajadores paro las vacantes superan las 10,000.

En una fábrica una mujer está sentada sola frente a una pequeña mesa de madera en el pavimento. Detrás de ella hay una gran pancarta roja que anuncia: "Se necesitan trabajadores. Buenos salarios. Generosos beneficios de horas extra." Ya son las 14 hs y reconoce: "Ha sido un día tranquilo. Nadie ha venido todavía."

La fábrica hace calzado infantil para exportar a Europa. El gerente general, Todd Cseng, admite que la falta de mano de obra es tan aguda y el costo de operar es tan alto, debido al fortalecimiento de la moneda china y los aranceles europeos y estadounidenses a las importaciones de calzado, que su empresa tendrá que cerrar.

"Antes teníamos filas afuera pidiendo empleos pero ahora tenemos que hacer publicidad en la calle para conseguir trabajadores," dice Cseng. "Tenemos 500 trabajadores aquí y tenemos vacantes para 700 más pero no veo forma alguna que podamos cubrirlas. Simplemente ya no hay aquí más trabajadores migrantes."

Al recorrer la fábrica medio vacía es evidente que si encuentran trabajadores no serán los mismos que hubieran reclutado hace cinco años. En ese entonces preferían a las mujeres jóvenes porque trabajaban más duramente, aprendían más rápido y causaban menos problemas que los trabajadores más adultos.

Ahora en las líneas de producción hay hombres entre 30 y 50 años.

"Mi hija venía aquí a trabajar y dejaba su bebé conmigo y mi esposa," nos dice un trabajador de 43 años de la provincia de Human. "Ahora yo tengo trabajo aquí y ella ha podido regresar a casa."

Otras fábricas en el sur de China ofrecen a los trabajadores cuartos familiares para permitirles que traigan a sus esposos e hijos de las provincias rurales a vivir con ellos. Pero no han podido parar la tendencia de los trabajadores que eligen con sus pies contra la posibilidad de una vida de explotación.

En el Año Nuevo Chino del año pasado, se estima que 1.7 millón de trabajadores volvieron a sus hogares desde el sur de China y nunca volvieron. Los dueños de las fábricas de calzado esperan que serán más después de este Año Nuevo, que fue la semana pasada.

"Nuestra fuerza de trabajo se está avejentando y los costos de producción son cada vez más altos," dice Cseng con una mueca. "En un momento pagábamos 500 yuan mensuales [US$ 71.41]. Ahora aún si ofrecemos tres veces más, con horas extra garantizadas, no podemos conseguir la gente para cubrir las vacantes."

Dice que la solución para su empresa será dejar el cinturón fabril cada vez más caro en el sur de China, donde se forjó la primera fase de la extraordinaria revolución industrial del país.

"Tendremos que irnos sea más al interior o fuera de China," dice.

"No es una cuestión política sino económica. Muchas empresas taiwanesas se están trasladando a provincias del interior porque la tierra es barata, la mano de obra es barata, y los gobiernos locales no insisten con medidas ambientales caras como lo hacen aquí. Es simplemente demasiado costoso operar en el sur de China hoy en día."

El impacto del éxodo ya ha sido devastador para Houjie. La ciudad está plagada de fábricas vacías y los dueños de tiendas, cuyo medio de vida dependía de los clientes de las fábricas, están ahora tratando de sobrevivir.

"Da miedo cuán tranquilo se ha puesto de pronto," dice Li Xiao, que tiene una pequeña tienda frente a una planta desierta. "Teníamos tantos clientes de la fábrica. Venían y compraban cigarrillos y comida y bebidas, especialmente por las tardes."

"Ahora no hay clientes. Todos se han ido. Estamos esperando que venga otra fábrica y que vuelvan los trabajadores así podemos volver a tener algo de actividad. Pero ya han pasado dos meses y nadie ha venido siquiera a ver el lugar."

Hasta octubre del año pasado, la fábrica producía calzado deportivo en un número de casi un millón de pares por mes. Hoy, el complejo de cuatro pisos parece que hubiera sido alcanzado por una bomba en su interior. La mayoría de las ventanas están rotas y los viejos pisos de las fábricas cubiertos de basura, vidrios rotos, suelas de zapatos y cajas vacías.

"Cuando cerró, el dueño vendió todo lo que había adentro y después los recolectores de basura saquearon el lugar," explica Li Xiao. "Lo que no se llevaban lo destruían. Por eso se ve como se ve."

Houjie y otras ciudades similares en el sur de China enfrentan el avance de desiertos de cemento donde nadie vive. Al mismo tiempo, empresas occidentales, incluyendo empresas como Marks & Spencer y Primark, deben considerar reubicar producción en países como Vietnam, Tailandia, Camboya, India y Bangladesh, donde los costos laborales son en algunos casos menores.

Y con el fundamento de su éxito económico en declive, el futuro de China como superpoder está en duda. Los líderes del país han reconocido que se avecina una crisis y están tratando de promover las industrias de alta tecnología.

Pero a diferencia de Japón e India, que han construido su éxito en gran medida en base a industrias tecnológicas, China no tiene ni los trabajadores capacitados para enfrentar el desafío ni los capitanes de la industria que supervisen el cambio necesario.

Sus propietarios de fábricas son en su mayoría hijos privilegiados de funcionarios del partido - el 90 por ciento de los multimillonarios chinos con hijos de altos cuadros - cuya reputación es que pasan más tiempos de bares de karaoke que en las oficinas de las empresas. No están equipados para actuar como innovadores y emprendedores.

Los expertos temen que esta falta de clase e imaginación, combinado con la corrupción y abuso de poder extendidos en el país, podría producir en breve una calamidad en la economía de mayor crecimiento en el mundo.

Por supuesto que es bienvenido el fin de las condiciones de explotación en China, y muchos observadores esperan que surja un movimiento laboral con influencia política similar a los que dieron forma a la política de post guerra en los Estados Unidos y Gran Bretaña.

"La clase obrera en China se fortalecerá y provocará algunos cambios importantes," dice la Sra. Chan. "Estas fuerzas que vienen de abajo son muy importantes para lograr una China mejor, más democrática y participativa."

Mientras tanto, el tiempo se ha detenido tenazmente en el complejo fabril Dingfu en Houjie. Detrás de las puertas de hierro selladas hay pilas desordenadas de cajas de zapatos, viejos percheros de ropas olvidadas cuelgan fuera de dormitorios desiertos y zapatos a medio terminar yacen en la línea de producción esperando un ejército de trabajadores que nunca volverá.

Temiendo más agitación, el gobierno local pagó una compensación simbólica de sus propios fondos a los trabajadores que fueron echados de la fábrica y todos, excepto algunos, consiguieron empleo en otras empresas o volvieron a sus lugares de origen.

Sin embargo, algunos siguen viniendo todos los días, para ver si vuelve el dueño fugitivo, cuya 4x4 está cubierta de polvo, con las ruedas desinfladas, en el estacionamiento de la fábrica.

"¿Está aquí? ¿Le has visto?" pregunta un hombre de 40 años con más esperanza que expectativa al vernos salir de la fábrica. "Yo sólo quiero el dinero que me debe y seguiré viniendo."

"Ya no le tengo más miedo. Nadie le tiene miedo."

AdjuntoTamaño
El dia del motin de los trabajadores Chinos - Daily Mail - 9 feb 08 .doc40 KB

Archivado en: