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Personaje del año: las trabajadoras de la confección de Bangladesh

16-01-2014

Por Mayu Saini, con contribuciones de Kristi Ellis, Arthur Friedman

Women's Wear Daily, 16 de diciembre de 2013. Traducción: MSN

Al levantarse por un breve tiempo el bloqueo de 72 horas en Dhaka, impuesto por el partido de oposición, Mina, de 26 años, camina de prisa hacia su fábrica en Tejgaon, en la parte central de la capital de Bangladesh. Hay cierto temor e incertidumbre y policías desplazados en las calles, alertas después de días de protestas violentas que incluyeron incendios, ataques y muertes.

Mina, una operadora experimentada de máquinas en una fábrica de confecciones, se fue a trabajar a la ciudad cuando tenía 17 años. Por muchos años tuvo que trabajar muchas horas. “A veces siento que la presión de la producción es imposible de soportar,” dice Mina, “porque algunos días trabajamos 12 o 15 horas, o más para cumplir. Pero nuestro mayor temor es que las fábricas cierren y nos quedemos sin trabajo.”

Ella es una de las 3’800,000 trabajadoras y trabajadores de la confección en Bangladesh,  85% de las cuales son mujeres.

Mina es la cara de la mala reputación que actualmente tiene la industria, y la que ha hecho de trabajadoras y trabajadores de Bangladesh ser considerados el  personaje del año. Aunque las condiciones siempre fueron malas y con frecuencia había accidentes, la situación se desbordó el 24 de abril. Ya afectada por el incendio de una fábrica seis meses antes, que costó la vida de 112 trabajadoras(es), la industria de la confección global recibió un duro golpe cuando 1,132 trabajadoras(es) murieron en el colapso del edificio Rana Plaza en Savar, un suburbio de Dhaka. Los esfuerzos por encontrar sobrevivientes duraron semanas y se estima que costará más de US$70 millones de  compensar a las familias de las víctimas y sobrevivientes.

La tragedia produjo una indignación global y planteó una pregunta fundamental: ¿Cuál es el precio humano de la moda barata?

La controversia sigue dividiendo a la industria, con 115 empresas, principalmente europeas, que acordaron cumplir una serie de estándares de trabajo obligatorios elaborados por sindicatos, y las grandes tiendas estadounidenses como Wal-Mart Stores Inc. y Gap Inc. siguiendo otros estándares. Los gobiernos occidentales, mientras tanto, presionan a Bangladesh a mejorar las condiciones de la industria.

Las estimaciones del número fábricas de confecciones en el país van de 3,500 a 4,500 y como Bangladesh creció a ser el segundo exportador de confecciones del mundo, muchas de estas fábricas también crecieron. Pero las leyes y regulaciones sobre condiciones de trabajo, la seguridad, el derecho a formar sindicatos y los salarios mínimos no han mantenido el mismo ritmo de crecimiento, y abundan las quejas sobre explotación, condiciones de hacinamiento y largas jornadas de trabajo.

Pero en los últimos meses se ha dado un cambio a lo largo de la industria, producto de la atención global. Las trabajadoras(es) dicen que han comenzado a notar una diferencia en las fábricas, incluso si sólo se trata de un tono más conciliador de sus patrones.

También, por primera vez trabajadoras(es) y empleadores se han unido ante los choques de los políticos, previos a las elecciones de Bangladesh, programada para el 5 de enero. La violencia ha aumentado y los bloqueos de 72 horas en las principales ciudades son comunes. Reportes de incendios, muertes y ataques violentos son parte de la vida diaria. Los dueños de las fábricas dicen que cumplir con los cronogramas de producción es su mayor desafío, incluido llegar con los  pedidos terminados al puerto de Chittagong. Están perdiendo millones de dólares al tener que enviar pedidos por vía aérea.

“El país está enfrentando una situación volátil por la  falta de entendimiento entre los políticos. Queremos paz para nuestro negocio,” dice Kazi Akram Uddin Ahmed, presidente de las Federación de Cámaras de Comercio e Industria de Bangladesh.

“Recién estamos comenzando a tener esperanza de que nuestras vidas mejorarán,” dice Mohd Islam Hussein, un trabajador que dijo que ha comenzado a tomar conciencia de sus derechos y los de sus compañeros(as). “Pero ahora no estamos seguros de si nuestras fábricas podrán sobrevivir un año más.

En medio de todo esto, las trabajadoras(es) admiten que ha habido cierto progreso en sus condiciones de trabajo en los últimos seis meses. Ello incluye el reciente acuerdo de aumentar el salario mínimo a 5,300 taka por mes (US$68), un aumento del 77 %  respecto de los U$S 38 al mes anteriores. El salario mínimo mensual para trabajadoras(es) que comienzan, en otros países que sean grandes productores de confecciones para exportación, es mucho más alto, como en India (US$ 71), Sri Lanka (US$ 73), Paquistán (US$ 79), Vietnam (US$ 78), y Camboya (US$ 80). Hasta el mes pasado, la cifra de Bangladesh (US$38) solo estaba cerca de la mitad de los demás.

Estamos realmente contentas con este aumento salarial, pero seguimos esperando que podamos alcanzar a la inflación,” dice Ogusa Begun, quien trabaja en una fábrica en el Norte de Dhaka.

Estudios recientes, incluido uno del Centro para el Diálogo Político de Dhaka, sugieren que US$68 es un salario mínimo para vivir. Sin embargo, muchas de las trabajadoras(es) son el sustento de más de seis personas, incluyendo padres e hijos. Los empleadores, por otro lado, dicen que salarios más altos los dejarían fuera del negocio y que ya están bajo mucha presión económica.

“Los empleadores están tratando con la seguridad, problemas de los edificios, problemas con los pagos; muchas cosas han cambiado,” dice Mina.

Se han producido otros pequeños cambios, como en los sanitarios, introducción de enfriadores de agua, tiempo para comer y licencias por maternidad acordadas. Uno de los mayores obstáculos es el hecho de que la mayoría de los dueños de fábricas son hombres, al igual que la mayoría de los supervisores. “Pero hemos aprendido a no dejarnos intimidarnos por eso,” dice Begum, “especialmente cuando podemos hablar entre nosotras y ponernos firmes en lo que creemos que es justo.”

Ella y otras trabajadoras(es) en su fábrica ya no tienen miedo de expresarse o de formar un sindicato. “Me siento fuerte ahora. Las trabajadoras(es) tenemos más unidad y eso me hace sentir mayor confianza,” dice.

Pero además de los miedos a otras posibles tragedias, las trabajadoras(es) dicen que tienen otras preocupaciones.

“Ha sido para mí un año de muchos temores,” dice Begum hablando de su trabajo como supervisora de fábrica en una empresa que produce camisas. “Pero ahora son muy diferentes a los de hace seis meses.”

“He visto muchas casas desde que vine a Dhaka, desde mi hogar en el sur de Bangladesh. He cambiado trabajos de una fábrica de tejidos de punto, aprendí a hacer bien mi trabajo, pero este año las trabajadoras(es) y la industria están realmente sufriendo,” dice, aludiendo a los numerosos incendios que han resultado en la muerte de trabajadoras(es) de la industria - una estimado de 400 personas en incendios no reportados, según informes extraoficiales y 128 oficialmente en el último año. El mayor fue el incendio en noviembre de 2012, en Tazreen Fashions Ltd. con la pérdida de 113 vidas, con reportes de que la patronal cerró las puertas y no dejó salir a las trabajadoras(es) cuando se produjo la primer alerta.

Begum dice que sus preocupaciones sobre la seguridad en los edificios han sido reemplazadas por miedo a la anarquía en el país dada la agitación política, lo cual la obligaría a regresar a su pueblo natal y a una vida de pobreza. “Todas tenemos miedo de que si los pedidos no pueden salir de la fábrica los dueños paren la producción y nos quedemos sin trabajo,” dice.

Muchas de las trabajadoras(es) de la confección, presentes en una reunión por la tarde, dijeron que sueñan con una vida mejor para sus hijos y que sus salarios son lo principal para darles una mejor educación. El banquero y economista Bangladeshi, Myhammad Yunus, señaló que el crecimiento de la industria cambio la vida de muchas trabajadoras(es). “El proceso de transformación que está atravesando el país está dando poder a las mujeres que vienen de los pueblos pequeños. Estas mujeres cambian de una vida de pobreza a trabajar en fábricas, vivir de forma independiente en ciudades, lejos de sus familias y encontrando cambios a lo que eran las normas rurales. Pueden ganar su propio dinero y obtener mayor fortaleza económica. Todos estos factores tienen un profundo impacto en la sociedad y causan un cambio lento y constante,” dijo a WWD en una entrevista anterior.

Aun cuando hay signos de cambio, las trabajadoras(es) admiten que aún muchos de ellos son solo gestos de aprobación en la superficie por parte de los empleadores, pero que cuando se intenta ir al grano de los asuntos se les persigue. “Nos dijeron que está bien formar un sindicato, pero cuando llegamos a trabajar encontramos una nota en la puerta de la fábrica diciendo que estaría cerrada por dos días. Fue un golpe terrible para quienes necesitan su salario diario,” dice Abdul Rahman, líder local en una fábrica en Ashulia, un suburbio de Dhaka.

Como dijo Farah Kabir, directora de Action Aid Bangladesh, “Está todo mezclado. Siguiendo la historia, ha habido mucha tensión. Se trata de cómo rehabilitar a las trabajadoras(es), sobre la compensación a  quienes que han sufrido y a sus familias: se trata de respuestas ad hoc del gobierno, respuestas de fachada y de progreso real también. Hubo también apoyo individual y colectivo de todo el mundo para las trabajadoras(es), no obstante queda mucho por hacer.

“Estas trabajadoras(es) trabajan para millones de consumidores y cientos de empleadores globales. Nos afecta a todas y todas necesitamos cambios, señaló en noviembre Srinivasa Reddy, directora de la Oficina de País para Bangladesh de la Organización Internacional del Trabajo.

Kalpona Akter, directora ejecutiva del Centro de Solidaridad con los Trabajadores de Bangladesh, dijo que las trabajadoras(es) de la confección todavía viven con miedo de que se desate un incendio en una fábrica o que se colapse otro edificio y las mate, a pesar de los esfuerzos en múltiples frentes para mejorar la seguridad y las condiciones de trabajo. Pero las trabajadoras(es) también son conscientes del  enfoque y el esfuerzo internacional para hacer más seguras las fábricas, lo cual les ha dado algo de esperanza y elevado el nivel de conciencia, agregó.

Akter,  quien es también una ex trabajadora de la confección y que fuera puesta en una lista negra por tratar de organizar a las trabajadoras(es) en una fábrica, antes de que ayudara a formar el Centro, dijo, “Creo que las trabajadoras(es) de Tazreen y Rana Plaza están sufriendo del síndrome de estrés post traumático... Siempre están pensando que puede haber un accidente en cualquier momento.

En cuanto al aumento del salario mínimo, Akter dijo que los grupos laborales pedían US$ 100 por mes.

“El salario de US$68 sigue siendo un salario de pobreza”, dijo. “Cuando las trabajadoras(es) piden 100 y obtienen 68, ¿dónde está la dignidad?

Akter dijo que menos de 200 fábricas están registradas para ser sindicalizadas y  menos de 20 de ésas tienen contratos colectivos de trabajo.

Akter dice que las trabajadoras(es) no se sienten tan solas en el mundo.

“Una de las mejoras es que es un nuevo nivel de concientización,” dice. Cuando en estos días ven una grieta en un edificio o una chispa en una fábrica salen y dicen que no volverán hasta que se arregle,” dándole crédito a los sindicatos por haber hablado con las trabajadoras(es) sobre su derecho a negarse a realizar trabajo peligroso.

A pesar de lo que ella ve como una cantidad de carencias en el camino a la reforma, Akter no niega el significado del momento para las trabajadoras(es) de Bangladesh.

“Creo que un punto de inflexión histórico,” dice Akter. “Estamos tratando lo mejor que podemos de utilizar esta oportunidad, y el acuerdo es una parte importante de ello. Creo que la justicia laboral comienza con la seguridad de las trabajadoras(es). Definitivamente se ve un futuro mejor, pero no será fácil conseguirlo, tenemos todavía un largo camino por delante.”

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