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09-07-2010
Escrito por Naomi Wolf
Globe and Mail, Canadá, 4 de julio de 2010
Traducción por la RSM
La moda cobra su parte a aquellas que la producen. Lo que ha sido liberador para las mujeres occidentales - ropa de moda, desechable - es un sistema construido sobre las espaldas de las mujeres en el mundo en desarrollo.
Lo confieso: yo también lo hago. Como la mayoría de las mujeres occidentales, lo hago regularmente, y cada vez es un placer culposo. Es difícil escuchar a la conciencia propia cuando una se enfrenta con tanta increíble tentación.
Estoy hablando, por supuesto, de moda barata. Iré a Zara - o H&M, o ahora que estoy en Gran Bretaña en verano, a la asombrosa Primark - y compraré artículos que son "lindos", desechables efectivamente, y tan increíblemente baratos que una parece que compra doble.
Tengo que enfrentar mi adicción - y de la misma manera lo deberían hacer todas las mujeres como yo.
La moda ha sido transformada por el reciente surgimiento de las cadenas de tiendas que contratan buenos diseñadores de ropa y accesorios, baratos y desechables, que están justo en la tendencia de la moda. Esta evolución ha liberado a las mujeres occidentales de la tiranía de una industria de la moda que, en los viejos malos días, dictaba un estilo, obligando a las mujeres a invertir fortunas en actualizar sus guardarropas, y luego declarar, así nomás, obsoletos sus roperos completos - y así una y otra vez, sin terminar nunca.
Y ahora, con los emporios de estilo de producción en masa, las mujeres occidentales estamos teniendo la aparentemente deliciosa y liberadora opción de tener el vestido de tirantes con estampados retro de los ochenta - que estará totalmente pasado de moda el próximo verano - por solo US$ 12. Ellas - nosotras - podrán invertir en artículos clásicos que no envejecen tan rápido, y absorber estos desechables de la moda a bajo costo, según como se sientan de ánimo.
Estas tiendas resuelven un problema psicológico para nosotras también, porque una puede pasársela comprando en las tiendas - un placer que puede estar inserto en el cerebro femenino gracias a nuestro desarrollo evolutivo como recolectoras - sin sentirse enferma por haber gastado de más al final del ejercicio consumidor.
Pero lo que ha sido liberador para las mujeres occidentales en un sistema construido sobre las espaldas de las mujeres en el mundo en desarrollo. ¿Cómo hacen Primark y sus competidores, en los centros de compras y las calles de la moda, para mantener todo esto tan barato? Haciendo morir de hambre y oprimiendo a mujeres de Bangladesh, China, México, Haití y otros países, así es cómo lo hacen. Todas sabemos que la ropa barata se hace generalmente en condiciones de explotación, generalmente por mujeres. Todas sabemos - o deberíamos saber - que las mujeres en los talleres de explotación en todo el mundo son encerradas y se les prohíbe usar los baños por periodos prolongados, y que son objeto de acoso sexual, actitudes antisindicales violentas, y otras formas de coerción.
Pero al igual que esos secretos de familia, que nos harían sentir incomodas si se enfrentarán directamente, nosotras, las mujeres occidentales nos hacemos de la vista gorda hacia todo esto. Los boicots a las camisetas de los colegios universitarios en los EE. UU. condujeron a prácticas más justas de manufacturas, y los boicots al café y otros productos, liderados en su mayoría por mujeres, resultaron en compras de comercio justo por parte de los grandes supermercados. Y las mujeres de mayor poder adquisitivo tienen una historia de hacer boicots contra la explotación laboral en el pasado: en la era victoriana, las mujeres pobres quedaban ciegas en los "oficios de costura", produciendo elaborados bordados para las mujeres ricas, hasta que un sentimiento de repulsión de parte de estas consumidoras forzó a que se lograran mejores condiciones para las bordadoras. En contraste, hoy en día no hay un movimiento importante, liderado por mujeres del mundo, para detener esta explotación global de la manufactura de ropa barata, aún cuando nuestro dinero es una herramienta lo suficientemente poderosa para forzar a los fabricantes a que cambien su manera de operar.
La razón es simple: nos gustan las cosas como están.
Pero será cada vez más difícil que mantengamos una actitud de "ojos que no ven, corazón que no siente". Para crédito suyo, las mujeres en el mundo en desarrollo - algunas de las mujeres más explotadas y amenazadas en el mundo - están alzando sus voces.
Por ejemplo, The Financial Times, informó el 23 de junio que "Cientos de fábricas de confecciones de Bangladesh, que aprovisionan a compradores occidentales como Marks and Spencer, Tesco, Wal-Mart y H&M, reabrieron gradualmente bajo protección policial... después de varios días de violentas protestas de decenas de miles de trabajadoras/es que demandaban mayores salarios." Mil policías antimotines utilizaron balas de goma y gas lacrimógeno contra las y los trabajadores, y cientos fueron heridos, pero no retrocedieron.
La mayoría de los dos millones de personas que trabajan en la industria de la confección de Bangladesh son mujeres, y son las trabajadoras peor pagadas en el mundo, ganando US$25.00 por mes. Y ahora están exigiendo que su salario mensual se triplique, a US$ 70. Sus líderes señalan, que con el nivel salarial actual, las trabajadoras/es no pueden alimentarse ni ellas ni a sus familias. Los economistas predicen que las huelgas y los conflictos escalarán en Bangladesh y también en Vietnam, e incluso los banqueros de inversiones, citados por The Financial Times, están definiendo a los salarios de las trabajadoras de la confección en esos países como "insosteniblemente bajos".
Las fábricas han vuelto a abrir, por ahora. El gobierno de Bangladesh está considerando un aumento del salario mínimo. Si esto sucede, una de las fuerzas de trabajo legales más oprimidas del mundo habrá logrado una importante victoria, mayormente simbólica por ahora, pero una victoria que inspirará a otras trabajadoras de la industria de la confección en el mundo para levantarse en protesta.
Nosotras, las mujeres occidentales, debemos plantearnos el desafío de seguir esta historia y encontrar formas de hacer lo correcto sobre cambiar nuestros propios patrones de consumo. Ya es tiempo de demostrar apoyo a las mujeres que sufren una discriminación de género sistemática, globalizada, rentable, de la manera más descarada - formas que nosotras ya no tenemos que enfrentar. Apoyemos una economía de comercio justo, y rehusémonos a comprar en tiendas que son señaladas por las activistas por tener prácticas injustas de comercio.
Si las mujeres en todo el mundo, que están esclavizadas por la explotación laboral, pudieran ganar esta lucha crucial, ese lindo y barato vestido de tirantes podría costar bastante más. Pero ya les cuesta demasiado a las mujeres que no les alcanza para alimentarse y tener una vivienda, para ellas y sus hijos.
¿Ese par de adorables sandalias por US$3.00? El precio - dados los costos humanos - es demasiado bueno para ser verdad.
Y un comentario de una lectora sobre esta historia: lo caro necesita que lo bajen.
Estoy de acuerdo con Naomi Wolf ("El alto costo de la moda barata - 4 de julio") pero ¿por qué se identifica solo a las tiendas de precios bajos como las malas? Una puede ir a las tiendas de precios más altos y pagar mucho más por ropa y accesorios que son hechos por las mismas mujeres en los mismos talleres de explotación. El asunto es que estos precios caros, no existen tampoco porque le paguen mejor a las mujeres, sino porque el mercado lo soporta. No solo no se detengan en las tiendas de descuento, incluyan a todas las tiendas que no apoyan activamente la manufactura de comercio justo en todos sus productos. - Judith Cane, Orleans, Ontario